Hace unos días le regalaron a mi hijo un tren de madera de los Philadelphia Eagles. El típico de vías encajables, sencillo y resistente. Pero con el escudo y los colores del equipo. Me pareció una idea brillante. Y pensé: ¿por qué aquí no hacemos cosas así?
En el deporte europeo, muchas veces se va por inercia. Camisetas, sudaderas, bufandas, cantimploras… Productos que están bien, pero que no emocionan y que todo el mundo tiene, salvo alguna excepción puntual, como el set de Lego de la Font de Canaletes. A veces faltaría pararse a pensar: ¿qué más se puede ofrecer?
Un tren de madera con el escudo del Barça no sería solo un juguete. Sería una forma de llegar a los más pequeños desde el juego, desde el afecto. Se trata de sembrar un vínculo antes de que los niños entiendan el fuera de juego o sepan quién es Lamine Yamal. Se trata de construir una marca desde la emoción.
Y esto se puede aplicar a todo el negocio del deporte, desde los grandes clubes hasta entidades más modestas, sea cual sea la disciplina o el nivel. Estados Unidos tiene otra forma de entender el deporte, sí, pero eso no significa que no podamos inspirarnos. Solo hace falta abrir la mente y atreverse a imaginar productos que cuenten una historia, como ocurrió con el set de Lego.
Muchas veces, la fidelidad a un club empieza con algo tan simple como un tren que da vueltas sobre unas vías de madera. Hay que buscar la diferenciación y la sorpresa. Personalmente, no me emociono con una camiseta más, pero sí lo hice con ese tren de madera.